El ojo del caballo es especialmente susceptible a sufrir daños, normalmente de origen traumático, debido a su gran tamaño y prominencia, y al medio ambiente en el que viven los animales. La córnea es la región más afectada por este tipo de lesiones, que pueden llegar a convertirse en verdaderas enfermedades, llegando incluso a las porciones más internas del globo ocular.

Una úlcera corneal puede suponer un importante riesgo para la visión del animal, y un tratamiento rápido, efectivo y en muchos casos agresivo, es lo único que puede ayudarnos a preservarla, sin quitar importancia al bienestar del animal, ni a la apariencia cosmética del ojo. Es imperativo, en el caso de las úlceras corneales, que éstas sean diagnosticadas y que el tratamiento apropiado sea instaurado tan pronto como sea posible.

La córnea y conjuntiva del caballo son un importante hábitat para gran cantidad de microorganismos, que aún pudiendo ser algunos de ellos patógenos, viven en condiciones saprofitas, manteniendo entre ellos el equilibrio necesario para no causar daño ocular.

El epitelio corneal del caballo es una barrera formidable ante la invasión de tales agentes, y sólo el daño sobre la superficie corneal o la alteración de los mecanismos de defensa del ojo son la causa de que dicho equilibrio se altere y se predisponga a la infección.

 

Casos leves y graves

Ante úlceras de poca profundidad (aquellas que consisten en defectos del epitelio) y no complicadas con un proceso infeccioso, se debe instaurar una rápido tratamiento antibiótico de cobertura, para evitar la contaminación y prevenir el desarrollo de infección. Normalmente se emplean antibióticos de amplio espectro, como la polimixina-neomicina B. Úlceras más complicadas requieren el empleo de antibióticos específicos. La tobramicina, gentamicina, cloranfenicol y ciprofloxacino son los antibióticos de elección ante procesos más complicados y su uso debe quedar restringido a situaciones necesarias, a fin de evitar resistencias bacterianas.
Como antifúngicos se emplea el miconazol. Su uso es recomendado ante tratamientos largos con antibióticos en regiones húmedas, donde el crecimiento de estos esté favorecido.

El uso de atropina 1% también está indicado en los procesos corneales, ya que relaja la musculatura ciliar, elimina el dolor, y promueve además una midriasis preventiva, ante las posibles sinequias que se pudieran producir como consecuencia de la uveítis refleja.
Como decíamos anteriormente, es fácil que una lesión corneal se complique con una uveítis y sus posibles consecuencias. En tales casos, la atropina 1% puede no ser suficiente para controlar los signos de la inflamación, y cuando es intensa hay que recurrir, además, al empleo sistémico de AINEs, como la fenilbutazona o el flumixin meglumine.

http://www.ecuestre.es/caballo/mundo-ecuestre/articulo/enfermedades-oculares-la-ulcera-corneal

 

 

 

 

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